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En búsqueda de la Excelencia por el camino de reconocer y apoyar el mérito

Por Pedro Alonso

Recientemente, el ministro de Universidades, declaraba que las becas no son un premio al mérito para justificar que se bajaran los niveles académicos requeridos para obtener una beca pública. Inmediatamente me surgieron varias preguntas: Independientemente de la necesidad de facilitar la obtención de una beca subiendo los umbrales económicos, ¿por qué se ha de desdeñar el reconocimiento del mérito en las becas? ¿Cabe alcanzar la excelencia, individual y social, sin reconocer el mérito? ¿Nos cuesta reconocer la excelencia y su mérito en todos los ámbitos sociales, económicos?

Hay actividades en las que el reconocimiento de la excelencia es evidente: el deporte sin ir más lejos.

La excelencia se reconoce fácilmente: ganar, triunfar, conseguir títulos… Y el reconocimiento social es cuasi inmediato: admiración, fama, prestigio, dinero…

Lamentablemente en la esfera educativa no es igual. Se podría alegar que no son mundos comparables: en un caso se busca la competición, conocer al mejor y en el mundo educativo el objetivo es maximizar el conocimiento del mayor grupo o incluso algunos dirían que garantizar el derecho de un mínimo de conocimiento para todos los alumnos. Eso es así en los peldaños más básicos del proceso educativo, pero ¿es así también cuando subimos la escalera formativa y llegamos a la universidad?¿es incompatible reconocer la excelencia, el mérito superior, con dar apoyo a los que simplemente cumplen los requisitos mínimos para seguir estudiando? En mi modesta opinión, no. Y no solo no es incompatible sino que es necesario. Conseguir la excelencia no es fácil. Requiere talento, ambición, esfuerzo, sacrificios… Y necesitamos la excelencia. Las personas excelentes son las que mueven el mundo, las que nos abren caminos, encuentras soluciones, nos hacen progresar a todos, como individuos y como sociedad. Algunos creen que dichos individuos surgen espontáneamente y su trayectoria es fácil porque disponen del recurso esencial, el talento y la voluntad. No necesitan ayuda, ellos solos encuentran el camino. Falso. Alcanzar la excelencia educativa es difícil, muy difícil y sin los medios adecuados cada vez más difícil. Los poderes públicos en general y la sociedad en particular se ha preocupado de garantizar unos mínimos de igualdad en el acceso a la educación, pero ha descuidado por no decir desdeñado apoyar la excelencia y especialmente en las personas que teniendo el talento, carecen de los medios.

Los obstáculos que aparecen en el camino de alcanzar la excelencia educativa son varios y de múltiple naturaleza y por supuesto requieren de actuación. A saber:
Desde los mismos inicios del proceso educativo, destacar académicamente tiene un coste psicológico importante, los mejores alumnos no suelen ser los más “populares”, más bien sufren la envidia y no hay más que ver la riqueza de nuestro vocabulario para calificar despectivamente algunos de los rasgos necesarios para obtener dicha excelencia: empollón, pelota, chapón, memorión, etc. Alguien dirá que no es la excelencia lo que se menosprecia con estos términos, sino los recursos empleados, en este caso: el esfuerzo o la empatía. Yo creo que no son más que un eufemismo de la envidia emboscada que no se atreve a dar la cara y reconocer la inferioridad del que ofende, apelando a ciertos atributos que no son el talento pero que son tan o más necesarios para conseguir la excelencia.

Otro de los ataques al reconocimiento de la excelencia en el sistema educativo proviene del igualitarismo en sus diferentes versiones: desde la negación del mérito e importancia de las notas, llegando incluso a suprimirlas o lo que es todavía más grave, la devaluación de las mismas con casos de aprobados cuasi generales u otorgando sobresalientes de forma masiva. A modo de ejemplo, en el año 1989 aprobaba el examen de selectividad el 70% de los presentados, en 2019 aprobaron el 95%. Y si entramos a ver los resultados de dichas pruebas, el 32% de los estudiantes canarios obtuvieron un sobresaliente en la EVAU frente al 2% de los estudiantes baleares. ¿De verdad los estudiantes de bachillerato canarios son tan excelentes?¿O será una cuestión de latitudes la justificación de dicha diferencia de resultados?

Pero todavía hay más obstáculos, en esta línea igualitarista cuando se trata de forma similar a los casos que son diferentes en el sistema de becas. Pongamos un ejemplo: estudiante con Matrícula de Honor en bachillerato y miembro de una familia que está recibiendo la renta mínima de inserción (655 euros mensuales) y por lo tanto con ingresos inferiores al umbral 1 de la Administración (21.054 euros de renta máxima para una familia de 4 miembros). Si estudia en su propia comunidad recibiría la matrícula gratis del primer curso de Universidad por haber obtenido Matrícula de Honor en bachillerato y 1.700 euros. Con la reforma del ministro Castells, un estudiante que obtiene un 5 en Bachillerato y su familia (4 miembros) ingresa 36.000 euros, podría ir a la Universidad y recibiría la matrícula gratis. O un último caso, el de un estudiante brillante (Matrícula de honor en Bachillerato) y miembro de una familia con más de 100.000 euros de ingresos al año, que también obtendría la matrícula de primero de carrera gratis ¿Estamos reconociendo con 1.700 euros la diferencia del mérito y excelencia en estos casos? Yo creo que no.

Por último, un obstáculo frontal a ese reconocimiento de la excelencia y al mérito subyacente se produce cuando la normativa de las becas decreta la incompatibilidad de las becas públicas con cualquier otra beca que dicho estudiante pueda obtener en reconocimiento de su excelencia.
¿Cómo se sentiría la persona en el primer caso si encima por recibir una beca de 2.000 euros por parte de una entidad diferente al MEC tuviera que renunciar a su beca oficial? Claramente el sistema de becas actual no reconoce el mérito ni la excelencia, lo discrimina, y por no cumplir, no cumple ni con el criterio que dice inspirarle: ofrecer igualdad de oportunidades.

En la Fundación Dádoris creemos que hay que reconocer y premiar la excelencia, especialmente cuando se produce en unas circunstancias de dificultad extrema y por lo tanto con un mérito máximo. Por eso llamamos a nuestras ayudas premios al mérito y liderazgo. Son premios muy importantes económicamente (pueden llegar hasta los 9.000 euros al año) porque creemos que los receptores merecen recibir un reconocimiento que además necesitan.

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