
30 Jun La Necesaria Importancia del Fracaso
Por Pedro Alonso
Apenas había dado comienzo en nuevo siglo y estábamos intentando recuperarnos de una de nuestras recurrentes crisis económicas. En este caso de la “Burbuja de Internet”. Eran años duros, de crisis y desempleo. Muchos jóvenes bien formados, que se habían lanzado a emprender proyectos en este campo se encontraban en paro y desconcertados. Uno de ellos, licenciado y con un MBA, 25 años de edad y uno de mis mejores alumnos de máster, se encontraba en esa situación: el proyecto que había lanzado en Internet y que había llegado a dirigir con casi 100 empleados había quebrado. Llevaba un año buscando trabajo y no había forma de encontrarlo. Me llamó pidiendo ayuda y me hizo una observación que me dejó desconcertado y apesadumbrado: el headhunter que le estaba ayudando a encontrar trabajo le había dicho que debía eliminar de su CV esa experiencia de fracaso si quería volver al mundo laboral.
El fracaso volvía a ser un estigma en la vida laboral de las personas en España. Si tenías un fracaso ponías en evidencia tus debilidades, tus miserias y como si fueras un apestado leproso de la Edad Media, había que huir de ti no fuera a ser contagioso. De nada valían su talento para poner en marcha semejante proyecto a su edad, su esfuerzo brutal en términos de trabajo y su resiliencia para soportar tanta presión. Todo se venía abajo por el resultado: Había fracasado.
Es evidente que a todos nos gusta ganar, triunfar, el éxito. Hasta diría que todos tenemos asumido el tópico de que se aprende más de los fracasos que de los éxitos, que todos decimos que los fracasos forjan el carácter y que todos sabemos que nos atribuimos el mérito de nuestros éxitos y acusamos a los demás, o a la mala suerte, por los fracasos. Pero si todo esto es tan evidente, ¿Por qué nos cuesta tanto hablar de ellos y tan poco de los éxitos?¿Por qué nadie pone sus fracasos y si sus éxitos o logros en los CV?. Hay decenas de libros sobre éxitos empresariales y casi ninguno sobre fracasos.
¿Qué nos dice la trayectoria vital de una persona que no presenta fracasos, que todo son éxitos? A mi, varias cosas y todas ellas a la vez: Que ha tenido mucha suerte, que no ha asumido ningún reto importante, que no se ha esforzado lo suficiente y que no tiene el coraje necesario para que pueda confiar en ella. Sin riesgo, sin salir de la zona de confort, una persona no ha vivido, no se ha conocido de verdad y poco o nada puede aportar a los demás. Sin embargo, creo que no es esa la percepción general, casi diría que hay un miedo atávico a juntarnos con personas que muestran fracasos en sus trayectorias. ¿O es pereza intelectual la que mostramos para no ahondar en las causas que lo han provocado y más importante todavía en conocer las consecuencias, los aprendizajes que le han reportado a dicha persona y cómo ha salido de esa situación? Quizás si profundizamos en el análisis podemos afrontar la relación con los demás de otra manera. Incluso diría que nos puede ayudar a manejar nuestros propios retos sin miedo y en positivo ¿Qué tenemos que hacer para convertir un fracaso en una oportunidad y demostrar que ha sido útil?¿Bajo qué condiciones es positivo y necesario asumir los riesgos y posiblemente pagar el tributo de un fracaso?
En mi vida laboral siempre me he guiado por tres reglas para afrontar dichas situaciones:
Procurar detectar rápidamente cuándo la decisión tomada lleva un curso erróneo y te conduce al fracaso y parar. Ante una pérdida, doblar la apuesta, es lo que hacen los jugadores compulsivos y eso les lleva a la ruina. Esto que digo no es nada fácil, y menos para un aragonés tozudo como yo.
No asumir riesgos absolutos. No digo riesgos de vida o muerte, no es para tanto, pero me refiero a riesgos ante los que un fracaso no te deja opción para recuperarte. Así por ejemplo, no es lo mismo arriesgar tu economía con 25 años y soltero que arriesgar tu todo tu patrimonio con 60 años, jubilado, con hijos y con hipotecas pendientes. No digo que no haya valientes que lo hagan, los hay, pocos, pero los hay. Pero son “ejemplares únicos”.
Analizar sin tibieza, abriendo en canal la situación, acudiendo a terceros incluso que te ayuden si hace falta, a conocer los motivos del fracaso. Procurando ver más el yo en la autoría que el “los demás” o la mala suerte. Sin hacer bien esta reflexión, sin conocer bien las causas, externas e internas, sin conocer de verdad “los cómos” se podría volver a gestionar el reto bien, no podemos dar por superada la situación.
Por este camino se puede entender por qué hay compañías de prestigio, innovadoras y de éxito indiscutible como Microsoft que no contratan a directivos con responsabilidades relevantes que no les puedan explicar dos fracasos profesionales significativos, cómo los analizaron y qué aprendieron de ellos.
Poner en valor el fracaso en estas condiciones nos hará más fuertes y nos preparará para un futuro siempre incierto al que solo los valientes, con talento, esfuerzo y resilientes podrán enfrentarse con alguna garantía de éxito. Por eso en la Fundación Dádoris apoyamos a jóvenes con estos valores y ayudamos a que puedan afrontar los retos del futuro controlando su miedo al fracaso.
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